miércoles, 15 de junio de 2011

EDUCACIÓN PARA CAMPESINOS EN LOS AÑOS TREINTA

I.              LAS ESCUELAS REGIONALES CAMPESINAS: UN PROYECTO DE TRANSFORMACIÓN INTEGRAL DEL CAMPO
Después de la revolución de 1910 el gobierno federal fue ampliando sus funciones para atender la demanda de expansión de los servicios educativos y tomar en sus manos la formación del nuevo ciudadano que requería la consolidación de la unidad de la nación y el desarrollo económico, tomando como base la estructura del sistema educativo del Porfiriato. Desde los primeros años de la década de los vente el gobierno federal se vio en la necesidad de recurrir  a personas sin estudios normalistas para atender las escuelas que se iban abriendo a lo largo y ancho del país. Los docentes “improvisados” convertidos en “todólogos”, fueron los encargados de formar al nuevo ciudadano. Desde la perspectiva se la SEP., la falta de preparación del magisterio era, junto con otros elementos, un grave impedimento para homogeneizar la enseñanza y para que la escuela cumpliera con su fin social.
Más allá de los cambios en las orientaciones que tuvo la política educativa entre 1920 y 1934, es un hecho que las sucesivas autoridades de la SEP fueron implementando mecanismos tendientes al “mejoramiento profesional”, tanto de los futuros maestros rurales como de los docentes en servicio, así como medidas de seguridad, apoyo y supervisión del trabajo escolar. Entre estas medidas resaltan la creación y reorganización de las Escuelas Normales Regionales, Normales Rurales y Misiones Culturales; la edición y divulgación de publicaciones (desde las obras clásicas editadas por José Vasconcelos, hasta revistas y periódicos como Simiente o El Maestro Rural).
A principios de los años treintas Narciso Bassols, secretario de educación Pública, promovió una evaluación de dichas acciones. El balance indicaba entre otras cosas que las escuelas Normales Rurales eran muy pocas; las  Misiones Culturales no tenían tiempo suficiente para investigar las condiciones de las zonas en donde trabajan, de manera que su labor no se centraba en las necesidades locales; los inspectores federales no se daban abasto para apoyar y controlar el trabajo de los maestros y uniformar la enseñanza; la labor escolar no era efectiva al encontrarse aislada de otros procesos, sobre todo los económicos y por último, no existía coordinación entre las diferentes dependencias gubernamentales que se abocaban al desarrollo rural.
En 1932, dentro del marco de las reformas promovidas por Narciso Bassols, las Escuelas Centrales agrícolas que dependían de la Secretaria de agricultura y Fomento fueron transferidas a la SEP. Manuel Mesa Andraca se encargaría de reorganizar las Centrales y fusionarlas con las Escuelas Normales Rurales para crear lo que él denominó escuelas Regionales campesinas.
Al fusionar estas escuelas con las Normales Rurales y las Misiones Culturales se integraría la formación técnica y pedagógica de  los futuros maestros, el trabajo de investigación y acción social, los cursos de capacitación para los maestros en servicio y la fundación, orientación y control de escuelas rurales. Además de la formación de maestros rurales y técnicos agrícolas, las escuelas  regionales campesinas debían organizar Institutos de Mejoramiento Profesional y Cursos de Cooperación pedagógica. Paralelamente debían incluir  un Instituto de Investigación Social y otro de acción social que orientarían, apoyarían y controlarían el trabajo de las escuelas rurales cercanas.
Los futuros maestros formadores en las regiones Campesinas debían salir con un dominio de los instrumentos fundamentales de la cultura, una información científica sólida, habilidades para hacer un trabajo agrícola industrial con técnica perfeccionada, conocimientos teórico-prácticos de educación, aptitudes para la creación artística; disposición comprensiva y de servicio hacia la clase proletaria. Dos aspectos centrales del proyecto eran: primero, que las  escuelas fueran manejadas  por maestros cuya “ideología revolucionaria”  fuera comprobada por la SEP y, segundo, que se estipulaba como requisito para el ingreso de alumnos tener cursados tres años de primaria y ser “hijo de ejidatario”, pequeño agricultor, artesano o pequeño industrial rural de los poblados más menesterosos de la civilización de la zona en que se encuentre establecida la escuela. El curriculum quedó planeado de la siguiente manera:
1.    Curso propedéutico de un año para completar la educación primaria y unificar la preparación del alumnado.
2.    Carrera de Técnico agrícola Industrial. Su duración era de dos años, el objetivo era formar de unja manera práctica y con contenidos que respondieran las necesidades regionales.
3.    Especialidad en normal Rural. Duraba dos años, el objetivo era que el maestro rural egresado se convirtiera en “el verdadero constructor de la vida rural y pudiera hacer algo más que enseñar a leer y escribir o que fuera el agente romántico de una obra imprecisa para el cambio.
4.    Especialidad de agente de organización Rural. Duraba un año. Se buscaba formar organizadores, contadores para el banco nacional de crédito Agrícola o agentes organizadores rurales para las Misiones culturales.
En enero de 1934 se fundó la escuela Regional Campesina de Tenería. La institución no partía desde cero y su experiencia anterior daría características particulares a la puesta en práctica del proyecto de las regionales. Entre ellas cabe destacar el arraigo de tradiciones docentes ligadas a la escuela en acción y el pragmatismo de los años, así como la exaltación de la solidaridad y el cooperativismo.

II.            ESCUELA CAMPESINA PARA CAMPESINOS: LOS ALUMNOS Y LOS MAESTROS
Las escuelas regionales campesinas pretendían formar a campesinos, sobre todo pobres, para que ellos guiaran a los demás como técnicos agrícolas o maestros rurales. Para que dicho sector  pudiera acceder a la escuela becaba a cada alumno, por otro lado para garantizar que el trabajo de la Regional se extendiera por el territorio, se pretendía dar trabajo a los egresados para que estos no se dispersaran sin llevar al campo los saberes aprendidos.
La vinculación de los misioneros con los agrónomos fue muy conflictiva. Los primeros, preocupados por crear un cambio cultural y político trascendente, mostraban actitudes agresivas y sectarias tanto con el magisterio como en contra de los curas y los “fanáticos”. Los segundos, centrados en el interés por la modernización de la producción y el mejoramiento económico de los habitantes, consideraban a los misioneros como agitadores políticos y elementos excesivamente pretensiosos.
III.           LA ENSEÑANZA PRÁCTICA: ¿ADIÓS A LOS LIBROS?
A principios de 1934 la vida cotidiana en la escuela regional Campesina de Tenería  fue orquestada por un concepto: educación=practica, retomando el pensamiento de John Dewey la idea de aprender por la experiencia, y en rechazo a la intelectualidad urbana se defendía la necesidad de que el conocimiento se aplicara a la resolución de problemas reales.  Los saberes se transmitían por vía oral en la relación maestro-alumno, que pese a un discurso adverso, siguió siendo unidireccional y autoritarista y mantuvo viejas tradiciones como la toma de apuntes. Los objetivos de la Escuela Central agrícola de fomentar el “amor a la tierra” y su “explotación racional” con base a una enseñanza práctica y que los alumnos “se preparen para ser aptos ene l servicio social a que están destinados” como futuros técnicos agrícolas e industriales, fueron substituidos por el reglamento de la Nueva Escuela regional campesina de Tenería, que estipulaba como funciones de la institución impartir una educación de carácter práctico, llevar a cabo las enseñanzas afuera de las escuelas, colaborar con las escuelas rurales de la región, investigar las condiciones y características de explotación agrícola, ganadera e industrial, así como de la población escolar de la zona de influencia. La formación práctica de los alumnos incluía su vinculación con la problemática de las comunidades cercanas y la contribución, tanto de maestros  y alumnos, en las labores de investigación y acción social que encabezarían el director de la escuela y el jefe de la misión.  Todo a partir de la experiencia y la observación; todo real y útil: nada de teoría, el concepto prevaleciente de educación práctica implicaba un feroz antiintelectualismo. La educación práctica lleva aparejada la idea de aprender por la observación y la experiencia (aprender haciendo) y transmitir el conocimiento en forma oral y no escrita.

IV.          TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS: DISCIPLINA, AUTORIDAD Y VIDA PRIVADA
La vida cotidiana dentro de la regional campesina resulta inteligible si consideramos la escuela como una “institución voraz” de sus integrantes, adheridos voluntariamente, la institución voraz exige una adhesión absoluta, una lealtad incondicional Y pretende abarcar toda su personalidad para ponerla al servicio de los fines colectivos. En la Tenería la educación práctica debía basarse en las necesidades de la escuela y en la realidad concreta de la zona. Debía sustentarse, por lo tanto, en la disciplina.
Todos los alumnos, hombres y mujeres, debían pasar por todas las actividades, a partir del sistema de subgrupos y el cooperativismo. Mientras el discurso manejaba la igualdad entre ambos sexos, en la práctica las diferencias de género seguían existiendo, si bien es innegable que la visión sobre la educación de la mujer y la experiencia de manejar un internado mixto era novedosa para la época. Todos los alumnos hombres y mujeres, debían pasar por todas las actividades, salvo algunas excepciones: lavandería cocina, costura y la cooperativa del molino de nixtamal, eran actividades exclusivamente de las mujeres.
Enseñanza práctica, disciplina y trabajo, entonces eran vistos como necesarios para acercarse a las comunidades. Pero la actitud asistencialista debía abarcar una diferencia de la masa trabajadora. Los maestros hacían suyo el papel que les otorgaba el estado como guías y líderes de las comunidades.



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