En el seno de la ilustración y de la sociedad burguesa se gestaron dos fuerzas a finales de siglo XIX bajo dos corrientes opuestas el marxismo y el positivismo, representadas por sus máximos exponentes: Augusto Comte y Karl Marx. Para Augusto Comte la política tenía que ser una ciencia exacta ya que la verdadera ciencia debía analizar todos los fenómenos, incluso los humanos. Necesitaba ser una ciencia positiva, tomando en cuenta que el positivismo representaba la doctrina que consolidaría el orden público, desarrollando en las personas una “sabia resignación” para su statu quo. La humanidad pasó por tres etapas sucesivas: el estado teológico en donde el hombre explicaba la naturaleza por agentes sobrenaturales; el estado metafísico en el cual todo se justificaba a través de nociones abstractas como esencia, sustancia y causalidad y el estado positivo donde se buscan las leyes científicas. De la ley de los tres estados Comte dedujo el sistema educacional.
En la primera fase, la de la infancia, el aprendizaje no tendría un carácter formal, transformando gradualmente el fetichismo natural inicial en una concepción abstracta del mundo. En la segunda fase, la de la adolescencia y de la juventud, el hombre se adentraría en el estudio sistemático de las ciencias. El hombre en la edad madura llegaría a su estado positivo superando el estado metafísico.
Herbert Spencer fue uno de los seguidores de Comte el cual valoró el principio de la formación científica en la educación y concluyó en que los conocimientos adquiridos en la escuela necesitaban posibilitar una vida mejor en relación con la salud, el trabajo y la sociedad.
La tendencia cientificista ganó fuerza en la educación con el desarrollo de la sociología en general y de la sociología de la educación.
Émile Durkheim consideraba la educación como imagen y reflejo de la sociedad, donde la educación era un hecho fundamentalmente social y la pedagogía sería una teoría de la práctica social, en su obra “Reglas del método sociológico” afirma que la primera y fundamental regla es considerar los hechos sociales como cosas, para él la sociedad se comparaba con una animal: posee un sistema de órganos diferentes donde cada uno se desempeña un papel especifico.
El positivismo se convirtió en una ideología del orden, de la resignación y contradictoriamente, el estancamiento social. Para los pensadores positivistas, la liberación social y política pasaba por el desarrollo de la ciencia y la tecnología, bajo el control de las élites. El positivismo nació como filosofía, por consiguiente se cuestionaba sobre lo real y el orden existente, pero, al dar una respuesta a lo social, se afirmó como ideología.
La teoría educacional de Durkheim se opone diametralmente a la de Rousseau. Mientras éste afirmaba que el hombre nace bueno y la sociedad lo pervierte, Durkheim declaraba que el hombre nace egoísta y solo la sociedad, a través de la educación, puede hacerlo solidario. “La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las generaciones que aún no se encuentran preparadas para la vida social; tiene por objeto suscitar, en el niño, cierto número de estados físicos, intelectuales y morales, requeridos por la sociedad política en su conjunto y por el medio especial que el niño, específicamente, se destine” Durkheim, Émile, 1955.
Para que haya educación, se requiere que haya, frente a una generación de adultos una generación de jóvenes, niños en donde la primera ejerza una acción sobre la segunda. La educación no es para la sociedad, sino el medio por el cual la sociedad prepara en lo íntimo de los niños las condiciones esenciales de la propia existencia.
La teoría de la Escuela Nueva proponía que la educación fuera instigadora de los cambios sociales y, al mismo tiempo, se transformara porque la sociedad estaba cambiando. Ferriére consideraba que el impulso vital espiritual es la raíz de la vida, fuente de toda actividad, y que el deber de la educación seria conservar y aumentar ese impulso de la vida. Para el cual, el ideal de la escuela activa es la actividad espontanea, personal y productiva. La educación nueva debería ser integral (intelectual, moral y física), práctica, autónoma. Ferriére criticaba la escuela tradicional afirmando que ésta había sustituido la alegría de vivir por la inquietud, el regocijo por la gravedad, el movimiento espontaneo por la inmovilidad, las risas por el silencio.
John Dewey fue el primer educador en formular el nuevo ideal pedagógico, afirmando que enseñar debería darse por la acción (learning by doing) y no por la instrucción como quería Herbart, para Dewey, la experiencia concreta de la vida se presentaba siempre frente a los problemas que la educación podía ayudar a resolver, donde existe una escala de 5 etapas del acto de pensar, que ocurren delante de algún problema que en consecuencia nos haría pensar en lo siguiente:
1. Una necesidad sentida
2. El análisis de la dificultad
3. Las alternativas de solución del problema
4. La experimentación de varias soluciones hasta que el examen mental apruebe una de ellas
5. La acción como la prueba final para la solución propuesta, que debe ser verificada de manera científica.
De acuerdo con tal visión, la educación era esencialmente proceso y no producto; un proceso de mejora permanente de la eficiencia individual.
Kilpatrick uno de los discípulos más importantes de Dewey se preocupaba sobre todo por la formación del hombre para la democracia y para una sociedad en constante cambio.
Para él la educación se basa en la vida para hacerla mejor. Es decir, la educación es la reconstrucción de la vida en niveles cada vez más elaborados. Y la base de la educación está en la actividad, o mejor dicho, en la autoactividad decidida.
En México Barreda en 1867 pronuncia “La oración cívica” la cual nos da la pauta del significado de los fines educativos de esa época: la humanidad debía lograr su emancipación, entendiendo por esto entrar a la etapa positivista, y para que México lograra un eslabón en este proceso, debía lograr su propia emancipación científica, religiosa y política; la condición que lo hacía posible era “la emancipación mental” que habría de lograrse gracias a la “educación positiva”.
Si bien esta emancipación constituía la finalidad última de la educación, los fines próximos se fueron deteniendo en el discurso político y jurídico de la época: el mismo Barreda cuya influencia en el proyecto educativo de este periodo fue tan importante insistió en la oración cívica que el ideal educativo del Estado consistía en el conocimiento científico; es decir, se pretendía que los educandos llegasen a poseer un conjunto de verdades positivas, patentes por si mismas al alcance de cualquier individuo; pero además el estado debía atender a la formación de “Ciudadanos moralmente buenos”.
Para Gabino Barreda la educación tenía como fin lograr un orden espiritual, que rebasaba el orden material a cargo del estado y que “tenía su base en la conciencia de los individuos” de esta manera, con el bagaje de creencias y actitudes promovidas por vía de la educación, los individuos estarían capacitados para realizar adecuadamente la función que, de acuerdo con el principio positivista de jerarquía social, le correspondía pues se concebía como utópico educar para la libertad, para la autonomía o para formar una sociedad deliberante y soberana.
La idea de la emancipación mental o construcción de un orden espiritual propuesto por barreda en 1867 como finalidad última de la educación fue reiterada por Justo Sierra en el discurso que pronunció al instaurar el Consejo Superior de educación en 1902.
Para 1957 el espíritu constituyente confirió el principio de libertad de enseñanza un significado que facilitaba su parcial concertación con el nuevo criterio axiológico, la libertad de enseñanza debía entenderse como:
a) El derecho de todos los mexicanos a recibir educación;
b) El derecho a concurrir en la función de educar;
c) El derecho a la libertad ideológica y científica en el terreno de la educación.
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